martes, 3 de mayo de 2011

Cadena de Favores

Como cada mediodía me encontraba en el tren camino a la oficina, como acostumbro: con mis gafas oscuras y auriculares escuchando mi música, tratando de apartarme del exterior.
Lamentablemente pude reconocer unas notas de música autóctona, más específicamente del norte argentino que se acercaban al vagón en el que yo estaba. Alguien aclaró en voz alta que no había muy buena energía entre los pasajeros, sin embargo procedió. Me ofreció una tarjeta que rechacé por reflejo como hago casi siempre desde mi burbuja de exclusión.
De repente, la voz de esta persona se escucha más claro que el disco de U2 que estaba reproduciendo mi celular y toma forma. Era un hombre de aproximadamente 50 años con un solo brazo y una sola pierna, sin muletas ni ningún otro tipo de sostén, manteniéndose en pie por sí mismo sin ninguna ayuda. Lejos de los expectativas predecibles, en vez de contarnos cómo perdió sus extremidades o de querer dar lástima, este señor esparcía buena onda y llenaba el ambiente de una energía positiva de una manera envidiable.
En ese preciso instante me olvidé de mis problemas. Sé que todos tenemos preocupaciones y cosas que no nos gustan pero ¿realmente tenemos motivos válidos para quejarnos? En vez de estresarnos ¿por qué no ponerle esa actitud positiva a la vida como hacía este tipo? Empecé a sonreír y le di un peso, no por pena sino porque consciente o inconscientemente me había enseñado la lección del día, sin sermones de por medio, sólo dando el ejemplo y eso vale mucho más que una moneda.
Y acá estoy, escribiendo al respecto, transmitiéndoselo a ustedes. Ahora está en sus manos pasar el mensaje, que se propague como la gripe porcina hace 2 años! (Y... no podía terminar una entrada sin un poquitín de sarcasmo)